En las movilizaciones surgidas a raíz del 15M uno de los lemas
que más se repitió fue el de "no nos representan" que los
indignados dirigían a los políticos. El 15M fue, en parte, una
expresión de la crisis en la representación política que, desde la
década de los 90, diversos autores han venido señalando.
El concepto de representación incorpora diversos elementos o significados que tienen un peso diferente para cada persona.
Por un lado, representación es actuar para defender los
intereses del representado, es la que se conoce como representación
sustantiva e implica que el representante actúa en beneficio o interés
del representado de acuerdo con sus necesidades y demandas.
La democracia de partidos, la profesionalización de los mismos y
los procesos de cartelización partidista han provocado una distancia
entre representantes y representados. Los ciudadanos perciben
lejanía respecto a los políticos y entienden que los mismos han
dejado de defender sus intereses para pasar a defender los propios.
A este hecho se suma la percepción que las decisiones que adoptan
los políticos obedecen a los intereses de un grupo o clase social
determinado, aquellos con mayores recursos, el 1%, que consiguen no
sólo un sobrerepresentación de su intereses sino también la extracción de
recursos públicos para su beneficio
Probablemente el giro a la derecha de Zapatero de mayo de 2010
sirvió como catalizador de la sensación que los políticos no
representaban adecuadamente los intereses de la ciudadanía ya que se
antepusieron los intereses del capitalismo corporativo a las
necesidades de la población.
Pero la representación puede ser también descriptiva al derivar
de la semejanza entre representante y representado. Que los dos
actores de la representación compartan características (vivencias,
clase social, origen, formas de expresión, realidad o contexto
cotidiano) crea un vínculo que algunos autores, como Manin, creen
que es un elemento legitimador clave en las democracias. Es lo
que se ha denominado también representación especular y que,
en definitiva, recoge la siguiente idea: me siento representado
por ti porque eres como yo.
En el proceso de
identificación entran en juego dos valoraciones: la visión que se
tiene del otro y la visión que se tiene de uno mismo.
La visión que se tiene de los políticos ha cambiado. Desde que
estalló la crisis económica han aumentado las denuncias de los
privilegios, reales o no, que tienen nuestros representantes, se ha
iniciado un debate sobre sus sueldos y condiciones laborales y, en
definitiva, se ha incidido en la distancia existente entre sus
vivencias personales y las del resto de la población, llegando a
identificarlos como una grupo diferenciado o casta.
Pero por otro lado también ha cambiado la percepción que la
ciudadanía tiene de si misma. Los años del boom inmobiliario y del
sobreendeudamiento crearon un espejismo de riqueza que afectaba a la autopercepción de la ciudadanía. En este artículo de
Pau-Mari Klose y Laura Fernández se analiza cual ha sido la
evolución del autoposicionamiento de clase de los españoles desde
el estallido de la crisi económica. Como se puede comprobar el
empeoramiento de las condiciones de vida ha tenido su consecuencia en
la visión que la ciudadanía tienes de si misma. Como se señala en el artículo:
“Hasta 2007 aumentan quienes se consideran clase media y clase media alta. A partir de 2008 disminuyen, y se incrementan quienes se perciben como clase media baja o baja (estos últimos prácticamente se triplican desde 2007)”
Este cambio en la autopercepción ahonda la crisis en la
representación: no eres como yo y no me representas también porque ha
cambiado la forma de percibirme a mi mismo. La ciudadanía cada vez más se percibe a si misma como de una clase social en la que difícilmente pueden encajar la mayoría de los representantes políticos actuales.
Para solventar la crisi en la representación se han realizado
diversas propuestas que inciden en el primer aspecto de la
representación: aumentar los mecanismos de
control de la ciudadanía para asegurarse que se defienden los intereses de los representados.
Pero es necesario también incidir en la crisis en la representación especular y
disminuir la distancia entre político-ciudadano. La solución vendrá
de seleccionar representantes que tengan la capacidad de conectar con
la población que pretende representar porque son capaces de expresar
una semejanza con la misma. Tal vez ahí está la clave del éxito de
determinados nuevos liderazgos políticos que han surgido
recientemente. No se trata tan sólo de una sobre-exposición
mediática como algunos han señalado, sino que han sabido leer
correctamente que el “no nos representan” implica “tú no eres
como yo”, y en consecuencia expresan una idea básica en la representación que algunos parecen haber olvidado: puedo representarte porqué soy como tú.